sábado, 19 de enero de 2019

Cap. 5: El Príncipe de los Caminos

Si es cierto que en cada amigo hay un enemigo potencial. ¿Por qué no puede ser que cada enemigo oculte un amigo que espera su hora?
Giovanni Papini

 

I

-Reconozco su acento, capitán- dijo el pintoresco extraño, ataviado con un antiguo sombrero de ala ancha y lo que mi gente solía llamar chamanto -Es difícil no reconocernos entre nosotros.

-No entiendo a qué se refiere, pero le ordeno que levante las manos, deponga sus armas y se entregue a la autoridad que me confiere la Fuerza Estelar y la Unión Democrática de Planetas

-La Unión Democrática de Planetas- repite, al mismo tiempo que una sonrisa socarrona cubre su rostro -La Unión, la bendita Unión. No reconozco la autoridad de su Unión, capitán Mendoza. No tiene mucho que hacer contra mí

-Quizás no reconozca mi autoridad ni la de la Unión, mi buen señor, pero de seguro reconoce la autoridad de aquel que tiene más blásters a su haber- dije, desafiándole a desenfundar

Nos habíamos topado con un forajido bastante conocido en los sectores más alejados del centro de la Unión. No era del todo un mercenario o un criminal. Muchos cuentos se narraban sobre él y sus hazañas. Y así fue como la USS Esmeralda y su tripulación cruzaron sus caminos con la leyenda conocida como El Baqueano.

II

Mi madre nació y creció en Maipú. Ella me contaba cuentos sobre los antiguos baqueanos, aquellos arrieros que, en los albores de la patria que luego sería conocida como Chile, dejaron de lado sus oficios y ayudaron a los patriotas a cruzar los peligrosos y desconocidos caminos de la cordillera de los Andes. Cruzaban a lomos de caballo por las sierras y valles para llevar a salvo a quienes luchaban por independizarse de un imperio ultramarino.

Bandidos, incluso, sintieron el llamado de la patria y dejaron de lado sus fechorías para tener un lugar en el panteón de los héroes inmortales. Y es que ¿quién conocería mejor los caminos que alguien que ha hecho de su vida un viaje? ¿Quién se movería mejor por pedregosas cuestas que un arriero llevando a su ganado? ¡O un bandido escapando de sus captores!

III

Al tratar de llegar a la estación espacial Verhoeven, en el sistema del mismo nombre, en la nebulosa Cabeza de Caballo, nuestra nave se vio imposibilitada de emprender el hipervuelo debido a una interferencia interna. Así mismo, nuestros sensores de largo alcance no podían escanear la zona en busca de posibles amenazas o ver si algún fenómeno espacial estaba impidiéndonos alcanzar la velocidad de escape.

¡Nos quedamos varados!

Los sistemas principales de la Esmeralda, excepto el soporte vital (que puede soportar hasta 50 PEM seguidos), estaban fuera de línea. Sin comunicaciones y sin el sistema de defensa, que incluía los blásters y los deflectores, estamos a merced de los mercenarios valquirianos que navegan a sus anchas en estos territorios.

Si bien la estación Verhoeven se encuentra en territorio unido, sigue estando en medio de un sistema casi independiente, y por ende, barbárico. El sistema es parte del protectorado de la Unión Democrática de Planetas, pero no ejerce soberanía de ningún tipo sobre él y, como parte del Tratado de Protección de la Unión, la estación espacial funciona como una embajada.

Poco a poco, los sistemas de mi Bella Dama comienzan a funcionar. Las luces vuelven a su potencia normal, así como los monitores y sus respectivas cámaras. La tripulación recupera el ánimo y la tranquilidad, hasta que, de la nada, las puertas de la bahía de carga se abren y entra una lanzadera valquiriana.

IV

Los valquirianos no tienen un planeta propiamente tal, o al menos, eso consta en los registros de la Fuerza Estelar. Se dice que son nómades que podrían haber tenido su origen en el sistema Próxima Centauri, donde se han visto mayores cantidades de ellos. También se habla del sistema Arturo y de Verhoeven, pero no hay un consenso entre los historiadores y antropólogos civiles y militares de la Unión.

Sea como sea, los valquirianos ni siquiera comparten un idioma común. Sí, se parecen entre ellos (tal como los humanos nos parecemos entre nosotros), y de acuerdo al traductor universal de la nave, parecen compartir un idioma cuya raíz es bastante similar a la lengua natal de Quoriston. Sus mayores características son la piel azul clara y su pelo negro muy oscuro (incluso más que el mío, que ya es bastante oscuro). Son piratas despiadados y no suelen tomar prisioneros más que para venderlos como esclavos en el mercado negro. Los clientes más fieles de los esclavos que venden los valquirianos son, como no podía ser de otra forma, los mirmidones.

Las patrullas fronterizas tratan de hacer lo que pueden respecto a cómo se mueven dentro de los límites del Territorio Unido, pero su condición de nómades, en conjunto con un vacío legal en la Ley de la Unión, inciso 14 (Sobre el Movimiento a través de las Fronteras) y la calidad de Territorio Protegido del Sistema Verhoeven, les permite realizar sus actividades con bastante impunidad.

V

Los valquirianos entraron. Los blásters no funcionaban más que como garrotes, por lo que yo y los oficiales de seguridad tuvimos que echar mano de bayonetas de metal y usar nuestras propias espadas (que eran, más que cualquier otra cosa, un adorno) como armas. La jefa de seguridad Zeng se puso a mi lado y, luego de unas palabras que no entendí (asumo que fue una especie de arenga proferida en su idioma ancestral) repitió una frase muy conocida para mi.

-O vivir con honor o morir con gloria, capitán

-Que así sea, teniente Zeng

La lanzadera valquiriana pasó varios minutos en silencio. Me adelanté a ver, ordenando a mis camaradas mantenerse en alerta. Usando el bláster de mano como manopla, golpeé la puerta de la lanzadera. Hice el saludo protocolar de acercamiento pacífico de los capitanes de la Fuerza Estelar, que consiste básicamente en mencionar nuestro nombre y rango y el nombre de nuestra nave, adornado por la frase “en nombre de la Unión Democrática de Planetas…”. Eso es porque, muchas veces, los capitanes de naves espaciales debemos actuar como policías.

Al no tener respuesta, me frustré y recurrí al uso de un saludo no muy protocolar que mi gente, los chilenos, hemos usado por siglos

-¡Abran esta hueá y salgan de ahí, chuch'e su madres!- grité

Sentía el sabor del miedo en la boca. Un sabor metálico, como sangre. La adrenalina y la calidad de mi rango me impedían dar marcha atrás. La puerta de la lanzadera se abrió y de ella salió una figura pintoresca, ataviado con un chamanto y sombrero de ala ancha.

-Reconozco su acento, capitán- dijo el extraño.

VI

-Deje que me presente, "capitán Mendoza, de la USS Esmeralda"- dijo, usando un tono sarcástico- mi nombre es Bartolo Lara, he tenido varios otros nombres, pero imagino que me conoce mejor como "el Baqueano". Y si no, úselo, es un apodo bastante acertado para mi profesión

Habíamos escuchado sus historias. Una especie de mercenario que no era del todo un forajido. Hay quienes decían que robaba los cargamentos de las fragatas mirmidonas para repartirlos en los pueblos menos desarrollados que encontraba en los confines de la Unión. Hay quienes decían también que mataba a los capitanes de las naves de la Unión, que robaba todo lo que podía y luego dejaba varados en algún planeta a las tripulaciones de dichas naves.

Esto último me pareció menos probable. Además, Zefram no le ladró cuando lo vió. Y siempre confío en el juicio de Zefram cuando se trata de personas desconocidas, aunque aún recuerdo que se asustó la primera vez que vio a Aldena.

-Bartolo Lara- dije, tratando de recordar dónde había escuchado ese nombre, hasta que llegó a mi mente un antiguo cuento que mi madre me contaba cuando yo era un crío -“no te llevaré hoy, pero te llevo mañana”

-¡El mismo que viste y calza!- una sonrisa triunfal se dibujó en su rostro y me dio un abrazo -así que usted es el gran capitán Mendoza, aquel que detuvo el Sol y paró a los mirmidones en Moses IV- me miró de reojo -una leyenda al nivel de otra capitán Mendoza que conocí, hace casi toda una vida ya. Verónica Mendoza. ¿Son parientes o sólo es alcance de apellido?- preguntó

-Verónica Mendoza es mi madre- dije, con muchísimo orgullo -la Defensora de Quoriston-

-Entonces estaré feliz de ofrecerle mis servicios a alguien como usted. O más bien, de ofrecerle una aventura. He escuchado por ahí que tiene cierta inclinación por las causas perdidas, y créame, no hay mayor causa perdida que quien le hable

-Caminemos- dije, poco desconfiado, abriendo la puerta de salida de la bahía de carga -después de usted

-No me tratís de usted, cabro... Bartolo es mi nombre, y soy sólo un hombre

Y caminamos a mi despacho.

VII

En la cintura del Baqueano alcanzo a ver un artefacto extremadamente antiguo: una casetera de principios del siglo XXI

-Una reliquia- dije, apuntándole

-Ah, un hombre de cultura, por lo que veo

-No sea lisonjero y dígame a qué vino a mi nave y por qué fue de esa manera

-Verá, capitán: todo lo que se dice de mi es una verdad a medias. Sí, soy un mercenario. Sí, detesto a la Unión pero no por las razones que usted cree. Me gusta matar a quienes maltratan a los que no pueden defenderse. Créame: si, llegado el momento, debiese interponerme entre una nave de la Unión y una nave mirmidona indefensa, no dudaría en salvar la vida de los mirmidones. Esa situación aún no se ha dado y espero que no se dé, porque generalmente es al revés- dijo, sonriendo -llámeme mercenario, capitán, no me molesta. En realidad, creo que es apropiado para mi modus operandi.

-¿Y cuál sería ese, amigazo?- dije, de manera sarcástica, usando un modismo que hace años aprendí de mi madre, pero que no entendía del todo -¿sabotaje y disfraces?

-Sabotaje, sí. Disfraces, no mucho. Soy demasiado fantoche como para dejar de usar el traje de mi gente... bueno, de nuestra gente. La cosa es que vengo a ofrecerle una oferta que no podrá rechazar: una aventura. Necesito su ayuda para liberar a un pueblo, capitán. Y si se pregunta por mi pago, luchar al lado del Defensor de Moses IV e hijo de la gran Verónica Mendoza le haría muy bien a mi currículum.

-Cuéntame sobre esta aventura, Bartolo. Y podís decirme Efraín- dije.

Había capturado mi atención.

VIII

En el sistema Verhoeven, en su séptimo planeta, llamado Apofis, una especie de señor de la guerra de nombre Urak ha tomado el poder por la fuerza. Los habitantes de Apofis se dedicaban, antes de su llegada, principalmente a la agricultura. Su economía era incipiente, basada en el trueque, y quizás su tecnología más avanzada era la rueda. Apofis pasó de apenas haber inventado la rueda y la escritura a poseer calculadoras en menos de 5 años.

Tenemos un contacto en el planeta: Ifis, una granjera que decidió luchar contra la opresión de este señor de la guerra y reunió a sus hermanos y hermanas y dejó sus granjas y tomó las armas.

Sí, estas acciones, mis acciones, van en contra de los ideales de la Unión, porque no nos es permitido interferir en el libre desarrollo de los pueblos de la galaxia, incluso cuando un pueblo de mayor poderío militar somete a otro. Si ambos pueblos están fuera de la Unión, significa que son unidades independientes.

Pero el sentido común es más grande que las leyes de la Unión, y cuando la opresión se hace normal, la rebelión se hace obligación.

Eso decía mi mamá.

IX

En los últimos tres años de viaje, jamás me he tomado vacaciones. En realidad, creo que en todos los años que he sido un oficial de la Fuerza Estelar nunca he tomado vacaciones. Podría tomarme algunos días de descanso, y según la Regulación 7 de la Fuerza Estelar, mi primer oficial podría relevarme del cargo por ese tiempo.

-¿Puedo saber a dónde se dirige, capitán?- preguntó Logan, casi sabiendo la respuesta

-A Apofis, señor Logan. Necesito que tome el relevo de la nave. Y necesito que la tripulación se siga comportando de manera admirable.

-Tiene mi palabra, capitán. Y tenga presente que, a veces, las serpientes muerden.

-No necesito ni agradezco su sabiduría críptica de galleta de la suerte. Necesito saber si puedo confiar en usted.

-Puede, señor.

No confío del todo en el Baqueano, así mismo como no confío del todo en el señor Logan. Preferiría dejar el mando en Amy o en Mordy, pero la regulación de la Fuerza indica que debe ser el primer oficial quien debe ejercer el mando en mi ausencia. Si pudiera, destituiría a Logan y lo enviaría vigilar ganado en las lunas de Júpiter. Lo bueno es que él lo sabe pero ambos sabemos tratarnos con respeto. Aún así, a veces me desespera.

Temo llevarme a Zefram a esta aventura. No tanto porque sea un animal pequeño, sino que aún no sé si en Apofis tendrán algún tipo de mascota o un concepto similar. O si verán su cuerpo pequeño como algo delicioso. Y tampoco sé si sabrán qué es un corgi. Me mira con su boca abierta, como si me sonriera, y no le puedo decir que no a esa carita.

Hace muchos años, cuando aún era un cadete, decidí comprarme una nave personal, a la que llamé Connelly, inspirado por una actriz de finales del siglo XX que siempre me llamó la atención. Para un cadete como yo, comprarse una nave así era un acto de rebeldía. La Connelly tenía capacidad para 4 personas y una interfaz natural a bordo (a la que decidí llamar Jennifer). Y me la traje a mi nave, con la esperanza de quizás poder usarla algún día.

Zefram y el Baqueano tomaron un lugar en la nave y partimos con rumbo a Apofis. Logan nos mira con cierto recelo, como si supiera a qué nos dirigimos.

Dejamos la bahía de lanzaderas y habiendo dejado la órbita de la Bellavista, emprendemos el hipervuelo.

X

Mientras suena Fox on the Run en la casetera de la nave, Jennifer nos indica que estamos llegando a nuestro destino.

En el viaje, el Baqueano me contó parte de su historia. Me cuenta que trabajaba como electricista a principios del siglo XXI y que fue raptado por los ragnarianos, siendo mantenido prisionero por casi 20 años. Bartolo era casi un trofeo que les permitió conocer muchas de nuestras características, creyendo que así podría imponer sus costumbres sobre nosotros. Pero no les dio resultado y los humanos, junto a los quoristonianos y los mercerianos, pudieron mantener la independencia de la Unión.

Un error en el laboratorio donde conservaban a Bartolo le permitió escapar. ¿Cómo lo hizo para obtener armas y una nave? No lo sé. Cuando le pregunto, además, cómo lo hizo para detener a una de las naves más avanzadas de la Fuerza Estelar, tampoco me lo dice.

-¿Puedo saber al menos por qué lo hizo?

-Efraín, amigo mío, ¡mírese al espejo! Usted es el capitán en servicio más famoso de la Fuerza Estelar, yo no podía ser menos- dice, sonriendo -además, me gusta la teatralidad

-¡Guau, guau!- ambos miramos a Zefram

-Sí, muchacho, estamos llegando- me gusta fingir que entiendo lo que Zefram está diciéndome. Me tranquiliza.

XI

El planeta Apofis posee una atmósfera respirable de una clase menor a la de la Tierra. La mayor parte de su superficie está cubierta por edificios de piedra rosada, de un color bastante claro, pero distintivo. Posee, al menos este sector, un clima bastante seco.

-Un calor de mierda, ¿no cree, Efraín?- me dice Bartolo. Me agrada su forma de hablar, me recuerda a mi abuelo.

Respondo con un cabeceo. Zefram me mira, como estando de acuerdo con mi silencio.

Aterrizamos en un sector alejado de la ciudad, cerca de una cueva. Con la "máquina milagrosa", creo un traje de los naturales, pero con unas zapatillas no muy llamativas, pero bastante cómodas para caminar. 

El Baqueano guarda una especie de automóvil en dicha cueva. La llegada de Urak creó una revolución industrial que permitió la creación de una industria mecánica que permitió el transporte a grandes distancias, manufacturación en serie, nuevas fuentes de energía e investigación en salud. Pero como todo no puede ser perfecto, se creó una clase trabajadora explotada a niveles infrahumanos: la creación de lo que en la Tierra llamábamos ghettos y hasta una clase esclavizada.

XII

Llegamos de noche a Keirum, una ciudad que me recuerda mucho a El Cairo, de la región Egipto, en la Tierra. Clima seco y caluroso, incluso de noche. Mi compañero me cuenta que el día tiende a durar menos de 24 horas terrestres, pero sus años duran más días. Y se rigen por un calendario lunar. La clase esclava sólo puede descansar en estos ciclos, que podrían ser equivalentes a nuestros “días”, sólo por dos horas. Sus hijos le pertenecen al estado, es decir, a Urak, y sólo él decide quién es libre y quién no.

Como no podía ser de otra forma, este señor de la guerra también posee su propio harén. Sus concubinas son tomadas de las hijas más bellas de la extremadamente pequeña aristocracia y, en algunas ocasiones, de las hijas de los obreros.

Dependiendo del grado de belleza de las mujeres, son destinadas al placer del señor de la guerra, siendo estas las que corren con mayor suerte. Las que son destinadas al servicio doméstico, se les arranca la lengua para evitar que divulguen cualquier secreto del palacio.

Nos reunimos con Ifis. Su imagen es imponente: se ve joven, al menos, más joven que yo, pero tiene unos ojos despiertos y penetrantes, como los de un águila. Me hace sentir como si pudiera ver dentro de mi alma al observarme.

-Su reputación le precede, Mendoza. No hay nadie en este planeta, evolucionado tecnológicamente a la fuerza, que no haya escuchado la leyenda del Moisés. Espero que nos sea de ayuda en estos momentos- me estira la mano y me la toma por la muñeca. Al hacer lo mismo con ella, descubro que guarda un cuchillo en su muñeca.

Se vuelve a mi acompañante y le saluda de la misma manera.

-Bartolo, un gusto verte a salvo, viejo amigo

Reparó en nuestro pequeño tercero del equipo.

-¿Y tú, pequeño pelirrojo, cuál es tu nombre?

-Él no habla- dije -en mi mundo le llamamos “mascotas”. Nos acompañan y hacen nuestra vida más feliz.

-¿Es una bestia, entonces?- dijo ella, con incredulidad

-Básicamente, es un animal. Un corgi.

Zefram movió su colita y ladró para que le prestásemos atención.

-Cuéntenos, Ifis, sobre qué esfuerzos están haciendo para deponer a Urak. Bartolo me ha contado sobre este señor de la guerra y sus imposiciones.

-¿Deponerlo, Mendoza? ¿Para qué? ¿Para caer en el caos y la anarquía?

-No necesariamente. De donde yo vengo, creemos en la democracia, en que el poder viene desde el pueblo, en el que todos somos iguales ante la ley, sin importar el color de piel, género, identidad sexual o credo- dije -mi gente, nuestra gente, logró establecer un gobierno republicano, con alternancia en el poder. Ifis, usted tiene seguidores. Ellos son su mejor soporte para crear un gobierno democrático. Incluso, para ser parte de la Unión Democrática de Planetas.

-Podemos guiarte en esa empresa, Ifis. Pero debemos enfrentarnos a este señor. Tenís nuestra palabra.

-Ustedes guíennos. Les seguiremos.

-Sí- dijo el Baqueano.

-No- dije -podemos aconsejarte y luchar a tu lado, pero tú tenís que ser la cara visible. Tú tenís que tomar el poder y liberar a tu pueblo. Es la única forma.

Hubo un momento de silencio. Sugerí una votación, para que mis nuevos amigos y camaradas de armas entendieran qué significa el voto. Unánimente, elegimos a Ifis.

XIII

Comenzamos los preparativos de un ataque al Ranu Aruraka, el Gran Palacio del Gobernante, que sea con el menor derramamiento de sangre posible. Si la Fuerza Estelar o la Unión descubrieran que uno de sus oficiales estuvo detrás de esta sublevación, incluso de un dictador alienígena a estas tierras, un sumario y corte marcial serían lo más leve que me ocurriría. Un día de campo comparado con lo que me podría esperar en la prisión militar de Plutón.

-Usted parece ser de una clase que ya no se ven en estos lares, Efraín- Ifis se me acerca caminando.

-¿Qué clase sería esa, Ifis?

-Un guerrero. Conozco su historia. O más bien, su leyenda. Sé que es hijo de una heroína de su Unión Den… Dem... ¿cómo le llama usted?

-Democrática- dije

-Democrática- repitió ella -¿cree que eso funcione acá?

-Con dificultad, pero funcionará. Estoy seguro de ello.

Sé que mucho tiempo se vio a la democracia como una especie de cáncer, que permitía a los racistas, a los machistas y a los ahueonaos controlar al resto de sus semejantes, muchas veces de manera despótica (escudándose en la "protección del estado"). Pero creo firmemente en que la democracia es el que camino que deberían seguir todos los pueblos. Si no, no estaría aquí parado.

-Y dígame, Efraín… ¿tiene en su mundo a una mujer que espere su regreso?- (las mujeres de este mundo parecen ser mucho más directas que las del mío)

-No, pero en mi nave viaja la que fuese uno de mis grandes amores. Aunque ya no tenemos ningún compromiso más que nuestras obligaciones para con la Unión- y era cierto. Amy me dejó para seguir su carrera y yo seguí adelante. Yo no sentía más que esa admiración propia de alguien a quien amé, pero que ahora seguía siendo una amiga. Y espero que ella sintiera lo mismo.

-Haga el amor conmigo, capitán. Los guerreros de este mundo acostumbraban a practicar el acto sexual la noche previa a una batalla. Ambos somos guerreros y mañana será un gran día para la batalla.

Hicimos el amor y dormimos juntos aquella noche.

XIV

La noche aún no termina cuando recibí una transmisión en mi teléfono modular. Era el señor Logan.

“Capitán, la almirante Bahamondes se ha comunicado con nosotros. Ha solicitado la escolta de la Esmeralda para el embajador merceriano Dalik. Se informó a la almirante de su permiso solicitado y se le dio una respuesta afirmativa. Nos dirigimos a Andrómeda para recoger al embajador. Estaremos transmitiendo nuestras coordenadas a la consola de su cápsula Connelly.

Logan, fuera.”

Sé que puedo confiar en Logan. Y no sólo porque sabe que podría enviarlo a criar stakkas y trilobites a las lunas de Júpiter. Sabe cumplir su deber. También sé que mantendrá mi secreto.

Me levanto a reunir a los guerreros. Nuestro plan es bastante simple. Escabullirnos por los túneles bajo el castillo, vestidos como sirvientes (cuyos trajes podemos replicar con mi "máquina milagrosa") y esperar a la hora de lo que nosotros llamaríamos almuerzo. El Baqueano y yo avanzaremos por tierra, a plena vista, junto a Ifis. Ella va acostada en un cofre, como un regalo de dos extranjeros para Urak. Toma mi mano y siento el fuego de su espíritu casi quemando mi piel. Posee una gran fuerza interior y sé que será una gran gobernante para su pueblo. Sabe cómo es su gente. Sabe lo que le duele y lo que le hace feliz. Espero que, eventualmente, se alíe a la Unión y que se unan a nosotros en el espacio.

Dejo de soñar despierto. Entramos en el palacio gracias a un salvoconducto. Al rey, o señor de la guerra o como sea que este dictador se haga llamar, vino de un planeta lejano. Le agradan los alienígenas. Sobre todo si se presentan con regalos. Y nuestra gente tiene cierto deleite en mostrarse lisonjera, por tanto, no nos cuesta mostrarnos complacientes y amigables, aunque, en el fondo, nuestras razones no lo sean. Por razones que sólo mis ancestros conocen.

Entramos a la sala y vemos al famosísimo Urak. Ataviado con una máscara negra, nos saluda en un español fenomenal. En un español de la Tierra sin una pizca de error. Un español ibérico demasiado claro como para dudarlo: Urak es humano.

XV

Durante los siglos que mi gente llama Antigüedad, muchos hombres (y un número muy reducido de mujeres) buscaron tener un nombre oprimiendo a sus semejantes. El Antiguo Egipto fue una de esas épocas y, al parecer, este tal Urak ansiaba ese poder divino.

-¡Bienvenido, Baqueano! ¡Bienvenido, Mendoza!- dijo, y le miramos con extrañeza -¿creyeron que no sabría quiénes son mis visitantes? Por favor, saquen a esa granjera del cofre. Basta de disfraces.

Ifis se levantó del cofré, casi desnuda. Sus brazos estaban cubiertos por brazaletes de oro y su cuerpo cubierto por una tela levemente traslúcida.

-Imagino que tiene a un espía entre los nuestros- dijo Ifis

-No insulte mi inteligencia, señora. Deshágase de sus armas.

-No tengo ninguna, ahueonao- imagino que esa palabra la aprendió con Lara -venga y revíseme, si tiene las pelotas…

Sabíamos que esa era nuestra señal. Quizás nuestros aliados en los túneles ya habrían sido capturados. Debíamos actuar y deponer a este tirano. El que sea un humano exige, necesariamente, imtervención oficial de la Unión. Lo convertía en nuestro problema. Es decir, mi problema.

Saqué los blásters de mi cinturón y los apunté a Urak.

-Urak, si es que ese es su verdadero nombre, entréguese a la autoridad que me confiere la Unión Democrática de Planetas. Niéguese y sufrirá las consecuencias.

-Niéguese, por favor- dijo Bartolo

Sacando una pistola de fuego de debajo de su silla, nos apuntó.

-¿En serio, Urak? ¿Conquistó este planeta con una antigualla?- dije, burlescamente -Ríndase ahora o abriremos fuego

Pudimos sentir el zumbido de un campo de fuerza especial, más antiguo que la misma Fuerza Estelar y que, por supuesto, rivalizaba con nuestros blásters.

Mientras trataba de ver de donde venía el zumbido, para atacar directamente su fuente y apagar el campo (principalmente, para no exponernos al rebote del disparo), el Baqueano se subió las mangas de su chaqueta y aparecieron unos brazaletes similares a los de Ifis, pero de color plateado. Activados por su sistema nervioso, como me explicó posteriormente, se desarmaron en sus antebrazos y se rearmaron en sus manos. Lo mismo hicieron los de Ifis. Y llegaron guardias, con armas más actualizadas, del mismo tipo de blásters que usan los oficiales de la Unión.

Teníamos dos opciones: rendirnos y convertirnos en prisioneros, lo que nos daba más oportunidades de sobrevivir, o luchar y probablemente morir. Ifis ordenó rendirnos. El Baqueano estuvo de acuerdo y me guiñó un ojo. Supuse que tenía un plan. Espero que fuese mejor que el que nos trajo aquí.

XVI

A mi y a Bartolo nos llevaron a un calabozo que de calabozo tenía poco. Sólo los barrotes que zumbaban extrañamente, como magnetizados. Parecía un hotel. Ifis no corrió la misma suerte. Fue enviada a una prisión subterránea. Apenas nos dejaron solos, me sentí desesperado. Le hice señas a mi compañero. Sabía que tenía un plan.

-Déjese de hueás y haga lo que tenga que hacer.

Yo también tenía un plan. Respondí al mensaje del señor Logan, usando un comunicador que tenía en mis zapatillas, indicándole dónde me encontraba. Le dije lo mismo que me dijo él: “ a veces, las serpientes muerden”. Sabía que me dirigía a Apofis, planeta que comparte nombre con una serpiente. A veces se me escapa lo rápido que es Logan. Quizás por eso lo hicieron mi primer oficial. No necesitaba ser mi amigo. Él no me necesita, pero yo sí a él. Al menos, ahora sí.

-Observe, capitán- dijo el Baqueano, sacando una moneda de debajo de su lengua.

La lanzó a través de los barrotes y una vez que escuchamos el sonido de su caída, el Baqueano apretó, en el aire, su mano derecha y el silencio invadió el castillo. Los barrotes dejaron de zumbar y pudimos abrir las puertas.

-Es un disruptor de campo eléctrico- dijo -afortunadamente, no afecta a mis blásters

Escapamos de la prisión y tomamos nuestras armas y las de Ifis. Bajamos a los calabozos y la encontramos sola y encadenada. No tenía signos de haber sido violentada y ella nos lo confirmó. Nos besamos apasionadamente, le entregué sus armas y subimos a la habitación de Urak.

-Por las buenas o las malas, vais a venir con nosotros- dije

Urak disparó su arma de fuego, que rebotó contra el escudo modular del que me proveían mis armas. Aún así, sentí el pencazo. Que fuese un arma antigua no la hacía menos poderosa. Sí, cuando hablé burlescamente antes fue para hacerme el guapo. Mis armas, además, funcionaban como un transmisor de mis signos vitales. Fueron creadas específicamente para mi. Estaban sincronizadas con mi nave.

La Connelly apareció pocos minutos después, frente a la ventana. Aturdimos a Urak y lo atamos. Lo subimos a mi nave y Zefram le mordió la mano derecha. Se había quedado con Jennifer en la nave, y digamos que a mi IA no le interesa mucho hacer de niñera de un perrito (porque ella siempre quiere aprender más y Zefram no tiene un idioma abstracto).

Estaba feliz de ver a mi mejor amigo nuevamente. No había pasado más de tres horas desde que lo dejé, pero temí que el espía de Urak revelará la ubicación de la Connelly y que este cayese en manos del dictador. Y con ella, Zefram y la tecnología suficiente para perpetuar su régimen opresor por muchos años más.

Tuvimos suerte de que no fuese así.

XVII

Ifis había trasmitido un mensaje a todos sus compatriotas: el régimen de Urak había terminado. Se les concedería amnistía a sus partidarios (que no eran pocos) siempre y cuando se entregasen de inmediato y sin resistencia.

Mientras, mi Bella Dama había llegado a la órbita del planeta. Mordecai, mi segundo oficial, bajó a Apofis en una lanzadera junto al embajador terrestre, Charles Dallaire, un hombre al que yo conocí y admiraba desde mi juventud, y que era considerado el segundo mejor embajador de la Unión. La primera, obviamente, era mi madre.

-Capitán Mendoza, exitoso primer contacto- dijo, haciendo el saludo de la Unión, que consiste en llevarse el brazo derecho al corazón y hacer una pequeña reverencia

-Embajador Dallaire, me honra con su presencia- dije, haciendo el saludo

Estiró la mano, donde estaba su teléfono modular, y en él apareció la cara de una vieja conocida mía: la almirante Bahamondes.

“Grandes vacaciones, Mendoza. ¿Cómo le sienta el calor del desierto apofiano? La Unión Democrática de Planetas apoya cualquier acción que tuviese que hacer en el planeta código Verhoeven 7. Sabíamos de la existencia de este tal Urak, sospechábamos que era humano, pero no podíamos arriesgarnos. Hasta este momento, su misión oficialmente, no existía. Ahora sí. Esperamos que haya tenido un buen descanso. En nombre de la Unión, además, le doy las gracias”.

El mensaje se apagó y el holograma de la almirante desapareció. Pero hubo un zumbido hizo volver la imagen.

“Si ese tal Bartolo Lara llegase a existir, cosa que dudo, déle nuestro agradecimiento.”

El embajador bajó la mano y se alejó de mi.

XVIII

-No sé si será la última vez que te vea, Mendoza. Agradezco a las estrellas y a mi hermano y camarada, El Baqueano, que te trajo hasta mi- dijo Ifis, mientras me abrazaba.

-Sin duda es un príncipe entre los hombres- dije, mientras mi ahora amigo saludaba a la gente que nos vitoreaba fuera del palacio de gobierno

-Sé que tienes que irte, Mendoza. Te extrañaré y no olvidaré el hermoso regalo que nos hiciste. También extrañaré a esa bestia pelirroja tuya- dijo, mientras observaba a Zefram

Nos sentamos y Zefram se sentó junto a nosotros. Se puso entre las piernas de Ifis y ella lo acarició suavemente, como me había visto hacerlo.

-De verdad encuentro tranquilidad en esta criatura. Después de lo que pasamos y de lo que ha sido testigo, sigue guardando tranquilidad en su corazón.

-Deberíais intentarlo. Compartir tu corazón con un animal es una experiencia hermosa y enriquecedora. No sé qué sería de mi sin Zefram

-Si algún día tiene progenie, quisiera ser la guardiana de uno de sus hijos- dijo ella, con cierta ingenuidad

-Si algún día tiene hijos, te prometo que vendré a compartir la dicha de ser padre de un corgi contigo- dije -¿Sabís? Técnicamente, aún estoy de vacaciones. Podría ayudarte con la reconstrucción y la transición. Y otros menesteres.

Me miró cómplicemente, nos besamos y miramos la puesta de sol.

XIX

En poco más de dos semanas, descansé del oficio de ser capitán, de ser un padre, una madre y casi un dios para mi tripulación. Obviamente, a ellos también se les concedió un tiempo de vacaciones. Las aguas termales de Apofis pueden hacer maravillas.

-Señor, ya es hora de volver al servicio- dijo el señor Logan

-Sí, lo sé, Logan. ¿Le han dicho que es un grano en el poto? Y no uno pequeño, sino que uno grande

-Sí, señor. Creo que varias veces me ha dicho eso. Y aún así, no lo entiendo del todo.

Hicimos los preparativos para volver a la órbita. Sabía que sería difícil despedirme de Ifis, pero era necesario. Su lugar está con su gente y el mío con mi nave y mi tripulación.

-Te extrañaré, Mendoza- dijo.

Nos abrazamos y nos besamos.

-Prometo volver. Si algún día vais a la Tierra, avísame

-Si hay más personas como tú, suena a un lugar que me gustaría conocer.

Salí caminando del palacio. Le sonreí por última vez a Ifis e hice el saludo de la Unión.

XX

-Bartolo, viejo diablo. La almirante Bahamondes ha vuelto a hablar conmigo, la Unión te ha concedido una dádiva y la Fuerza Estelar un puesto. ¿Lo aceptáis?

-Gracias- dijo él - pero no, gracias. Yo soy un agente libre. Pero si algún día necesitáis un compañero de aventuras, ya sabís cómo encontrarme. Estiró la mano derecha y me entregó un disco que poseía un botón. Una baliza.

-Bueno- dije, y abracé a mi nuevo amigo

Se despidió de mi haciendo el saludo de la Unión y me entregó sus brazaletes

-No hay arma como ésta en tu Unión, Mendoza. Ojalá te sean de ayuda.

-Que el destino te sea próspero, amigo mío

-¡O vivir con honor, o morir con gloria, Mendoza!

Miré cómo bajaba de la Connelly, de nuevo hacia Apofis, con un poco de asombro y extrañeza. 

XXI

Subimos a la  Esmeralda y emprendimos el viaje lejos del sistema. Siento cierta pena al dejar a mis amigos. Por un lado, siento felicidad de haber hallado un amor, pero nuestros destinos están separados. También tengo la satisfacción de haber cambiado, en algo, la visión de un "mercenario" sobre la Unión.

-Capitán, acaba de llegar un mensaje del almirante DeGaulle en el sistema Andrómeda. Al parecer, necesita transporte hacia la Tierra y somos la nave más cercana- dijo la oficial de comunicaciones Jones

-Timonel Ercilla, ponga rumbo al sistema Andrómeda

-Entrando a hipervuelo, señor. Rumbo a Andrómeda.

Miré a mi primer oficial Logan, pensando en los lazos que había construido con un extraño. Quizás, podría construir lazos con mi primer oficial. Lo conocía más que al Baqueano y sin duda, tendría que seguir conociéndolo.

-Logan, sígame a mi despacho. Tengo algo que hablar con usted.

Sí, estaba dispuesto a crear lazos. Parece que el Baqueano me había enseñado más de un camino. Y quiero pensar que yo también le enseñé algo a él. Por poco que haya sido.

Cap. 11: Otro Día Genial en la Esmeralda


Para Zuko, el mejor amigo
que pude haber tenido




I
Las mismas personas recorren los mismos pasillos de la misma nave desde hace al menos un año. Nada cambia mucho.

Hoy desperté temprano, como siempre, y me dispuse a caminar al lado del capitán. Él es el mejor capitán que tiene la Fuerza Estelar. Hace mucho que viajamos juntos, casi desde que nací. Tomamos desayuno juntos, como todos los días, y luego lo acompaño al puente. Necesito saber que llega bien a su puesto de trabajo. Él cuida de todos nosotros, así que es lógico que yo cuide de él.

Hoy sentí que sería un día de aventuras. Me quedé en el puente, acompañando al capitán en sus deberes, pero me dieron ganas de salir y ver la nave. Durante el mediodía, me dispuse a caminar entre los pasillos de Ingeniería. Nunca me había aventurado a caminar por ahí, pero me parecía que el día lo merecía. Me puse a correr por las escaleras y a subir rápidamente hasta alcanzar los pasillos. Encontré al jefe de Ingeniería Mordecai, que me saludó a lo lejos. Empujé a un par de ingenieros que estaban haciendo reparaciones en los relés de los cañones bláster de proa y ellos sólo me respondieron con una sonrisa.

Llegué al camarote de la oficial científica Redeker, quien se veía bastante atareada. Me lanzó un beso y una sonrisa, y yo seguí mi camino. Ya era la hora del almuerzo y mi guatita no podía esperar más.

Alcancé a llegar a la mesa del capitán justo cuando él entraba en el casino de la nave. Mi corazón se puso como loco. Él es el mejor capitán en toda la Unión Democrática de Planetas. Él es valiente y siempre sabe qué hacer cuando hay problemas. Excepto cuando una chica linda está frente a él. Me gustaría ser como él.

Me puse a gritar para que me viera y se viniera a sentar conmigo. Sonrió mucho al verme y se sentó a mi lado. Me sirvieron un plato enorme que me terminé en tres tiempos, mientras todos me miraban y se reían. Escondí la cara con un poco de vergüenza, pero la comida estaba muy rica y yo tenía mucha hambre.

Salimos juntos del casino. El capitán me dijo que me portara bien mientras se iba de nuevo al puente. Yo seguí recorriendo la nave. Encontré pasillos que jamás había visto, como uno rojizo que llegaba hasta un salón oscuro, lleno de máquinas con luces de colores que parpadeaban cada tantos segundos. Y un letrero grande que decía “Controles del Deflector”. No sé qué es un deflector, pero suena a algo importante, así que me alejé de él.

Fui al baño y, cuando voy saliendo, sonó la alerta.

Era una sirena estridente que no paraba de sonar, mientras se escuchaban gritos y órdenes que yo no entendía. “¡Puestos de combate!” decía el Ingeniero Mordecai. El capitán le dice “Mordy”.

¡El capitán! ¿Le habrá pasado algo? Salí corriendo al puente, mientras su voz se empezó a escuchar por los altoparlantes de la nave:

“Camaradas, esto no es un simulacro. Enfrente nuestro tenemos a una nave de guerra ragnariana. Todos a sus puestos de combate.”

II
El capitán me vio llegar y sonrió. Era una sonrisa nerviosa, que no entendí del todo. Pero me tranquilizó. Sabía que todo iba a estar bien. Es nuestro capitán, nuestro líder, y él mejor que nadie sabe cuando todo va a estar bien. Yo confío en él. Él es el mejor.

Me senté a su lado y me abrazó, mientras en la pantalla se veía cómo se formaba una cara salida de la estática. Su acento era extraño, su piel era verde, distinta a la de los oficiales andromedanos que andaban por nuestra nave. Me agradan muchos los andromedanos, pero estoy seguro que este tipo no es andromedano.

Su voz era fuerte, un poco aguda, pero firme. Se dirigió al capitán, y a pesar de que le hablaba como a un igual, había cierto desdén en sus palabras, como si se estuviera burlando de él. Empecé a gritarle y el capitán me ordenó guardar silencio. Obedecí, pero seguía enojado. ¿Por qué le habla así al capitán?

“Capitán Mendoza, su fama lo precede. No pensé que nos fuésemos a encontrar de esta manera. Verá: yo lo admiro mucho, y no sólo a usted. A su madre, la Gran Defensora de Quoriston, también la admiro. Esperaba nunca tener que encontrarme con usted, porque si su fama se encontraba con la mía, uno de los dos no saldría con vida del encuentro…”

Dejé de escuchar y, enojado, salí del puente. ¿Quién se cree que es ese hombre verde que le habla así al capitán? El capitán Mendoza es el mejor de todos.

Seguí recorriendo los pasillos hasta que encontré un lugar vacío y oscuro, con un letrero que decía Cubierta 7G. Me senté en uno de los rincones más frescos de la cubierta y, casi sin darme cuenta, me quedé dormido.

III
Las sacudidas no me dejaron dormir tranquilo. Varios oficiales pasaron corriendo, con sus blásters en la mano, hacia los ascensores de la cubierta 7G. Unos hombres verdes, usando unos trajes largos y rojos que parecían vestidos, entraron en el pasillo. No alcanzaron a avanzar mucho cuando los oficiales les dispararon. Y varios oficiales también cayeron. Seguro les había dado sueño correr tanto. Corrí hacia ellos y traté de despertarlos, les grité, pero no hubo caso. Quizás estaban muy cansados, así que fui a buscar al médico jefe para ver si él podía despertarlos. Tampoco lo encontré a él.

Seguí corriendo y vi que salía humo de una de las puertas. Era la sección de Ciencias, donde estaba mi amiga, la oficial Redeker. Le grité que tanto humo le podía hacer mal, y entré a buscarla para que saliera. De seguro no iba a poder ver con tanto humo. Le tuve que gritar, porque se estaba quedando dormida, y cuando me vio, me sonrió y salió caminando detrás de mi. Le pregunté si estaba cansada, pero no me dijo nada. Tosió un poco, se sacudió la suciedad del uniforme y salió corriendo.

Me dejó solo, pero no importa. Yo puedo andar solo en la nave, porque no me da miedo.

IV
Todo se calmó de repente. El capitán solicitó, a través de un mensaje escrito que apareció en las videopantallas, que no hiciéramos ruido. Creo que estábamos jugando a las escondidas y los ragnarianos verdes hicieron trampa. No como mis amigos andromedanos. Ellos son simpáticos. Y también son verdes. Les gustan las galletas. Siempre me dan cuando están comiendo. Sonreímos cómplicemente, porque se supone que no pueden comer mientras están en turno, y a mi no me gusta acusarlos, porque me caen bien.

La nave quedó en silencio bastante rato. Me dí una vuelta por donde los oficiales se habían quedado dormidos, pero parece que todos se despertaron, incluso los ragnarianos tramposos con sus vestidos rojos, porque no había nadie cuando llegué.

Fui a buscar al ingeniero Mordecai. Me pregunto si me dejará decirle Mordy. Su pelo es rojo, igual que el mío. Me agrada él, pero obviamente, mi favorito es el capitán. Él siempre es valiente, y a pesar de los problemas que tenga, y de los cuales, varios han sido por mi culpa, nunca se enoja. Bueno, excepto esa vez que me puse a gritarle a la señorita Aldena. Es que me dio miedo su casco extraño, pero luego vi sus ojitos naranjos y me enamoré de ella. ¿Querrá casarse conmigo si se lo pido?

No encontré al ingeniero Mordecai, así que seguí caminando. Vi a una persona verde, con vestido rojo, arrastrándose por un pasillo. Creo que estaba cansado, pero como sé que son unos tramposos, y no tienen galletas, me puse a gritar, hasta que vino un oficial de seguridad y lo hizo dormir con un disparo de su bláster. El oficial me miró y me sonrió. Me dijo que fuera al puente, el capitán me estaba buscando.

Tuve que hacer una pequeña parada en el baño, porque en el puente no hay baños, y cuando llegué, estaba muy oscuro. Me senté al lado del capitán, que no me miró cuando me senté y pensé que estaba enojado conmigo. Se sintió una sacudida muy fuerte en la nave y la cara verde del tramposo volvió a aparecer en la pantalla.

“Sé aceptar cuando me derrotan, capitán Mendoza. Su fama chocó con la mía y ganó. Los ragnarianos somos hombres de honor y sabemos aceptar la derrota, pero no quiero volver a Ragnar llevando esta vergüenza”

Se cortó la comunicación y una nueva sacudida se sintió. El capitán se veía preocupado y pidió que se escaneara la zona. Yo no quería molestarlo, sólo espero que esté bien. Ya me contaría sobre cómo se sentía, cuando tuviéramos tiempo. Él es así, a veces está preocupado, pero siempre termina por volver a poner una sonrisa cuando me mira.

Salí del puente y me fui a dormir a mi camarote. Me di vuelta a ver al capitán y le sonreí. Él me sonrió de vuelta y supe que todo estaría bien.

V
No sé cuánto rato habré dormido, pero seguía teniendo sueño. La puerta de mi camarote se abrió y entró el capitán. Corrí a abrazarlo y decirle que no se preocupara, que todo estaría bien. Me miró con ternura a los ojos y me abrazó.

Venía sudado, como si hubiese estado corriendo mucho. Se tiró sobre su cama y yo me acosté a su lado. Acarició mi cabeza y me preguntó “¿quién es un buen muchacho, Zefram?”.

Espero que hablara de mi. Trato de hacer todo lo posible para ser el mejor. Me gustaría ser la mitad de bueno de lo que él es, algún día. Moví mi corta colita antes de acostarme, me di unas vueltas en mi cama, como de costumbre, y me dispuse a dormir. Espero que mañana sea otro día genial en la Esmeralda, la mejor nave de la Unión, porque tiene al mejor capitán de todos: el mío.





“Él es tu amigo, tu compañero, tu defensor, tu perro. Tú eres su vida, su amor, su líder. Él será tuyo siempre, fiel y sincero, hasta el último latido de su corazón. A él le debes ser merecedor de tal devoción”
Anónimo